Bartolomé José Gallardo
 

En este apartado recogemos algunos capítulos curiosos, desde nuestro punto de vista,  de la vida de B.J. Gallardo. Se refieren a tres situaciones o episodios tomados de distintos autores cuya referencia recogemos.

De Libro de Antonio Rodriguez Moñino editado por la Editorial Castalia en Madrid, en 1965, “HISTORIA DE UNA INFAMIA BIBLIOGRAFICA, LA DE SAN ANTONIO DE 1823.Realidad y leyenda de lo sucedido con los libros y papeles de don Bartolomé José Gallardo. Estudio Bibliográfico, recogemos el Capítulo primero, del que hemos omitido las notas a pie de página.

I
MALAVENTURAS BIBLIOFÍLICAS DE GALLARDO EN 1809 Y 1814. TRABAJOS EN LONDRES.  VUELTA A ESPAÑA. EL 13 DE JUNIO DE 1823


Para llenar un gran hueco en la bibliografía nacional haría falta que alguien se ocupase en recoger noticias sobre bibliotecas particulares y públicas de antaño. Los trabajos clásicos de Beer lode Hoecker son susceptibles de enorme acrecentamiento. No hace mucho, un joven investigador  intentó esbozar el panorama de ellas en la edad moderna; es de desear que no abandone la tarea y complete lo apenas apuntado en su trabajo. 

El que hoy emprendemos sobre las pérdidas literarias de don Bartolomé José Gallardo es, en cierto modo, una aportación a esa futura labor. ¡Lástima grande que no podamos conocer todo lo que pasó par las manos de tan refinado estudioso de nuestro pasado! 

Muchos factores contribuyeron a la dispersión de las diferentes bibliotecas por él formadas, desde que en sus tiempos de estudiante salmantino se aficionó sobremanera a los viejos y nuevos volúmenes guiado par la mano expertísima del P. Mendez, el gran investigador de nuestra primitiva tipografía, o por la de su paisano, el que durante largos anos fue bibliotecario de la Universidad, don Juan María de Herrera .

La noticia más antigua que tenemos de su malaventura bibliofílica es de 1809; sin duda, al tener que evacuar rápidamente la ciudad de Sevilla  hubo de dejar allí algunos libros y papeles que no volvieron a aparecer, entre ellos unos apuntes sobre el Asonante que, rehechos, volvió a perder en la misma ciudad en 1823 y que sirvieron de base para la carta al P. Moreno que publico más adelante.
 
Data la segunda de 1814: obligado D. Bartolomé José a expatriarse a consecuencia de las medidas de terror tomadas par Fernando VII contra los liberales gaditanos, quedaron sus libros en Madrid al cuidado de unos sirvientes. Mal aconsejados estos hicieron liquidación de los volúmenes en ausencia del dueño, vendiendo a los Hermanos Orea,  que tenían su establecimiento en la calle de la Montera, frente a la desaparecida iglesia de San Luís, la pacotilla literaria del Licenciado Palomeque. 

Como se trataba de artículos de poesía y teatro, que hacían buena alhaja al inteligente colector D. Juan Nicolás Böhl de Faber, dirigieron los Oreas al Puerto de Santa María hasta una docena de libros que adquirió enseguida el autor de la Floresta, ignorante, claro está, de la poco limpia procedencia.
 
Vistos años adelante por su dueño, reclamó la propiedad, y el bondadoso D. Juan Nicolás los puso inmediatamente a su disposición gratis et amore. Ernpeñado D, Bartolomé en que abonaría lo pagado y empestillado el alemán en hacer graciosa entrega de todo, no se resolvió el asunto durante años, y en tal estado quedó el de 1836 al fallecer Böhl. 

Escribió Gallardo a la viuda  diciéndole que "si se dispone de la Librería. sirva-se V. tener-me presente con la preferenzia qe me da sobre todos los amantes de la Bibliografía, mi amor a los libros y al nombre de Böhl. i de todos modos qisiera por de contado qe volviesen a mi mano sobre una dozena de artículos qe en mis desgrazias de emigrazion etc. del año XIV, fueron ecstraidos de mi librería por manejos puercos del librero Orea, i paran en esa. Adjunto acompaño nota de algunos, i otros que qisiera", 

Pero la biblioteca de Böhl andaba en litigio sobre si salía de España o no, en vista de que su dueño la había dejado en su testamento a Alemania. "Es un dolor [dice Gallardo a su amigo don Joaquín Rubio  el 2 de agosto de 1839] los tesoros que nos llevan [los alemanes]. i lo más sensible es qe mucho de lo qe sale es usurpado a sus legítimos dueños. Alguna parte me alcanza a mi de ella: a manos de Böhl fueron a parar, mal guiados, diferentes artículos por manos de los libreros Oreas, qe me habían sido a mi sustrahidos en mi emigrazión a Inglaterra. Cartas cantan; de eso habíamos hablado el difunto y yo varias vezes, i convenzido de ser míos los libros estaba pronto a devolver-me-los, él empeñado qe gratis. i yo en qe satisfiziendo-le yo lo qe le habían costado según las cartas mismas de los Oreas. La cosa qedó así, doblada la hoja, qe desdoblaremos allá despazio en los Campos Elíseos." 

El Ministerio de la Gobernación pasó a la Academia de la Historia el expediente instruido con motivo de haberse solicitado la extradición de la biblioteca de Böhl, preguntando "si entre sus prerrogativas figura alguna por la cual pueda impedirse la salida de las obras raras de que aquella se compone", y como el instituto vio que en el legajo se indicaba que Gallardo tuvo el encargo de rectificar el índice de dicha biblioteca, le oficia en 23 de febrero de 1839 para que se sirva informarle sobre cl particular. 

Don Bartolomé contesta en 26 de abril y en su informe cita 7 volúmenes que le pertenecieron y pasaron a poder de Böhl: el Cancionero de López Maldonado (Madrid, 1586), la Segunda parte del Romancero general, por Miguel de Madrigal (Valladolid, 1605). el Florando de Castilla Lauro de caballeros por Jerónimo de Huerta (Alcalá, 1588). la Segunda comedia de Celestina par Feliciano de Silva (Anvers, s. a.),  la Question de amor de dos enamorados (Salamanca. 1519), las Ninfas y Pastores de Henares de Bernardo Gonza1ez de Bovadilla (Alcala, 1587) y un Cancionero mss. del siglo XVII, letra pequeña, al cual hay referencias en la Floresta señalándole con la sigla A. 

Los libros de Böhl no salieron de España. y años después, en 1843, tuvo ocasión Gallardo de estudiarlos a su sabor durante una temporada que pasó en Cádiz con frecuentes desplazamientos al Puerto de Santa María. Entonces debió de redactar el sumario Catálogo que, reformado por Barrera, vio la luz pública muchos años más tarde en el Boletín de la Real Academia de la Historia. 
 
No quedaron todos los raros volúmenes que poseía Gallardo en poder de sus criados durante la emigración, sino que un escogido lote de manuscritos e impresos selectos permaneció bajo la custodia de una amiga del bibliófilo. Pero en aquel aciago tiempo la seguridad de los envíos era escasísima y así el tesorillo pasó, hasta llegar a manos de D. Bartolomé "por muchas; i de unas en otras se me desaparezieron algunos". 
 
De 1814 a 1820 fue incesante en la búsqueda y adquisición de libros españoles que le ofrecían los abarrotados establecimientos de orillas del Támesis y aprovechando, además, las mil ventas públicas, reunió un verdadero caudal que haría las delicias del más exigente bibliófilo de nuestros días, haciéndose encuadernar las piezas más selectas par los mejores bibliópegas londinenses, Lewis, Rood o Smith.
 
Únase a esto el tesoro de noticias, extractos, copias y apuntes de todo género que su constante labor le procuraba en bibliotecas públicas, como la del British Museum, o privadas, como la de Richard Heber, a quien llama en una ocasión el más profundo bibliólogo de Europa salvo D. Hernando Colón. 
 
Cargado de tales preciosidades regresó a España en 1821. cuando la sublevación de Riego abrió las puertas del país a los exilados liberales. Tomó muy poca parte activa en la política del trienio y frecuentó cuantas bibliotecas estuvieron a su alcance. reuniendo siempre notas -y aun copias completas- de todos los libros y papeles conducentes al logro de varias obras que tenia en fárfara. 

En su calidad de Bibliotecario de las Cortes siguió a éstas en el traslado a Sevilla, cuando los soldados de Angulema irrumpieron en la Península. Acordada nueva emigración a Cádiz, se disponía nuestro D. Bartolomé a embarcar, después de haber enviado al navío su equipaje, cuando el populacho sevillano tumultuariamente asaltó el barco y robó todo lo que había. 

Durísimas fueron aquellas horas para los liberales que no salieron de Sevilla y la turba de facinerosos no respetó vidas ni haciendas, robando y destruyendo cuanto tenía valor o significaba algo que no fuera la bestial sumisión a las cadenas. Leamos para muestra unas frases del entonces Presidente del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, Marques de Monsalud: "Notorio es el horrible saqueo que sufrí el 13 de junio de 1823 en Sevilla, en que estuve ya atado y en el acto de ser fusilado, debiendo milagrosamente mi existencia a un sargento que había servido en mi Regimiento y se hallaba entre los sublevados. Perdí cuanto tenía, arruinándome para siempre".
 
Parecidos son los términos en que se expresan cuantos tuvieron la desgracia de padecer la primera de las dos grandes reacciones absolutistas que han manchado con idelebles huellas de sangre, la historia política española. 

Oigamos a San Miguel en 1a Vida de Argüelles:  "Se soltó el [vulgo ciego] de Sevilla inmediatamente de la salida de la familia real y de los diputados que a la mañana siguiente, después de una sesión de 22 horas, emprendieron su viaje por el río. Todos los que se descuidaron algo, fueron atropellados por la muchedumbre; cuantos equipages y efectos quedaron rezagados, cayeron en sus manos: ¿a qué referir los escesos, los robos. el furor del populacho que se cebaba en las personas de los liberales, y que amenazaba al pueblo entero de saqueo? Estas escenas. que con tanto dolor y hasta bochorno se trasladan al papel, eran por desgracia iguales en casi todas las poblaciones de la monarquía, donde no estaban contenidas o refrenadas por las tropas nacionales". 

El Marqués de Miraflores, por su parte, escribe; "Las orillas del Guadalquivir fueron teatro de los mayores desórdenes; y el término de ellos el saqueo de todos los barcos que debían dar la vela para Cádiz, después que salió la escolta del Gobierno ... 

Prisiones, asesinatos, tropelías inauditas y de todas especies, el más furioso democratismo, desarrollado a la augusta sombra de lealtad, de restauración de las antiguas Leyes, y de la Religión de un Dios de paz y misericordia; este era el aspecto que ofrecía la desventurada España, a medida que caía en ella el régimen constitucional”.

Se dijo que los efectos de los diputados fueron arrojados al Guadalquivir y en parte eso sucedió. Así perecieron los trabajos científicos del insigne Lagasca y así se destrozaron muchos de los papeles y libros de Gallardo; pero no todos. Hubo quien acechaba la ocasión de apoderarse de ellos.
 
Nueve bultos encerraban los tesoros literarios de nuestro bibliófilo, de los cuales cinco eran serones y un cajón, una maleta negra con dos candados, una escribanía de palo rosa y sobre todo un gran baúl de patente inglés, negro, con las armas reales inglesas en la cerradura de en medio, dos candados, barras y chapa de bronce con las cifras B.J.G. 

Todo ello fue pasto de las turbas enloquecidas. Pocos meses después del saqueo, comentando los sucesos, se refería un escritor al dolor con que los investigadores prescindieron de sus instrumentos de trabajo: "Sensible fue a los estudiosos tener que abandonar sus amadas bibliotecas; pero mucho más el haberse de separar de sus trabajos Mss., fruto de largas tareas y vigilias, dejándolos a merced de amigos o acaso de enemigos. Aun de los que a gran costa conducían consigo sus dioses, muchos los perdieron en el fiero saqueo, con que el pueblo de Sevilla se ensangrentó el día 13 de junio de 1823, contra todos los efectos de las Cortes y del gobierno constitucional, y de los que fieles a sus juramentos le seguían. Allí perecieron todos los trabajos filológicos y bibliográficos de Gallardo [Diccionario de la lengua española, biblioteca de escritores, y nuevas notas a la historia de don Quijote] que solo esperaban la calma política para enriquecer nuestra literatura .... "

Y en agosto de 1824. examinando un redactor de los Ocios de los españoles emigrados, el estado actual de los estudios bibliográficos. dice: "Esto nos renueva la memoria y aun el dolor de no ver impresas dos bibliografías españolas, que deben de ser de gran mérito, atendido el crédito de erudición que tan justamente disfrutan sus autores. Una es la del difunto don Antonio Llorente .... la otra es obra de don Bartolomé Gallardo. en que entendía ya desde antes de 1809. Escribía esta biblioteca en lengua vulgar, y no podía ya dejar de tenerla ya concluida, cuando perdió esos MSS. con otros muy preciosos en el horrible saqueo que de los papeles de los constitucionales hizo el pueblo de Sevilla, día 13 de junio de 1823; borrón que no se lava con las aguas del caudaloso Betis." 

Alcalá Galiano, al referirse a estos luctuosos sucesos, muchos años más tarde, se expresa en los términos siguientes, describiendo el desconcierto, "Había quien lloraba más que sus ropas, sus papeles, a los cuales, con mayor o menor motivo, daba gran valor. Axial, don Bartolomé Gallardo, bibliotecario de las Cortes, se quejaba de la pérdida de manuscritos en crecidísimo número, fruto de trabajos literarios de muchos años, de gran valor, y reputados por su autor y dueño, tesoro de inestimable precio ... 

También dio esto margen a suponer pérdidas superiores a las real y verdaderamente padecidas, y aun de Gallardo se decía y ha dicho haber abultado sobremanera el catálogo de los papeles que le fueron quitados, queriendo justificar con lo supuesto destruido, lo corto de sus trabajos dados a luz, y justificar el concepto de que gozaba sin títulos suficientes a tanta celebridad; suposición ésta de la malicia no justificada por razón alguna, y que solo refiero por haber sido corriente y creída de no pocos, siendo la condición de Gallardo y su poco escrúpulo en tratar mal la honra ajena, causa de tener él muchos contrarios que no le respetasen la propia." 

Prescindiendo de lo que Alcalá Galiano señala como rumor malicioso e injustificado, hay un hecho concreto, y es la pérdida de sus libros y papeles. Calcule el lector por sí mismo, si a ellos es aficionado, el dolor inmenso de Gallardo al ver destruidos sus trabajos en un instante. Pero, obligado a salir de Sevilla y testigo de la destrucción de sus materiales el día 13, ya e1 14 reanudaba en Cádiz las adquisiciones de viejos manuscritos e iniciaba las gestiones para la recuperación de los volúmenes perdidos. 

Muy amigo era nuestro bibliógrafo —y lo demostró siempre—del ilustre erudito don Juan Nicolás Böhl de Faber, persona que, aunque de ideas opuestas, le profesaba también una cordial amistad. Su hija Cecilia, Marquesa de Arco Hermoso desde el año anterior, se ofreció a gestionar por medio de Casa-García, comisionado regio a la sazón en Sevilla, la búsqueda de los papeles y libros perdidos.

Para que fuese más fácil el hallazgo e identificación, borrajeó Gallardo un cuaderno de 12 páginas en folio en el cual daba detallada cuenta de lo perdido, mejor dicho, de lo que recordaba que había —entre otras cosas— en los nueve bultos desaparecidos. Este cuaderno está redactado casi inmediatamente después de la pérdida, y ello excluye lo que la evidente mala fe le atribuyó, es decir, abultar y desorbitar lo poseído, metiendo muchos libros. papeles y obras que jamás tuvo o escribió. Racionalmente es imposible que un hombre de buena fe, como era Gallardo, en circunstancias trágicas en las cuales estaba esquivando la persecución policíaca, se dedicase a anotar mss. o impresos que iba a reclamar, sin ser suyos, muchos años después. 

Críticamente nada hay en el contenido del documento que nos induzca a pensar en mala fe del redactor. Se da, siempre que es posible, noticia detallada de las características, y hasta de las procedencias, se señala encuadernación, tamaño, letra, en fin, cuanto pueda contribuir a localizar la pieza buscada. 

Este cuaderno, pues, va a suministrarnos valiosos datos sobre los manuscritos que tuvo Galiano antes de junio de 1823, y en tal sentido hemos de utilizarlo más adelante. Pero nos permitiremos primero hacer unas observaciones generales que comprueben cómo no mentía el doctísimo bibliógrafo.
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